Anclados en Berlín
por Juan Manuel Tasada
Se encuentran por delante y por detrás, ambos permanecen aislados mientras los perros muertos aun ladran en el centro de la ciudad. El 9 de noviembre de 1989, el gobierno de la República Democrática de Alemania levanto las restricciones sobre un muro que desde 1961 estanco un país en la ambigüedad espiritual de pertenencia al Oriente o hacia el occidente de un sueño europeo. Se produce con el muro un quiebre de las instituciones que semeja la ruptura del estado vital de un ser humano con respecto a su coinonia interna, dos campos son separados entre si por una pared de mas de cuatro metros de alto; esta seudo fortaleza, extensa cortina de tinieblas apartaba los dos polos de una nación que se sumía en la disyuntiva permanente de fragmentar sus emociones tras los rostros alguna vez conocidos que se encontraban mas allá de la gran pared. Miles de familias debieron por veintiocho años anclar sus vidas en la segregación impuesta por el régimen dictatorial alemán, ahora bien, imaginemos por un momento que la construcción de una enorme muralla dentro nuestro nos prohíbe ver con total naturalidad a nuestro alrededor, indudablemente un árbol nos esconde a un hermoso bosque tras las sombras, las horas como solíamos pensar que rotaban no eran tal, los colores que creíamos apreciar sobre el horizonte se esfumaban antes del amanecer, y aquellos opulentos sueños de regodeo solo eran ilusiones en un mapa hacia una ciudad muy lejana. La envidia, la codicia, las ansias de poder, la indiferencia y la falta de ideales comunitarios fueron por casi tres décadas constructores de esa pared que desde nuestras entrañas nos imposibilitaba la satisfacción del deber cumplido para con los demás. La caída del muro fue solo el comienzo de nuestra introspección en la historia, fue meramente el resultado de una suma errónea de ladrillos e iniquidades que nos llevo a anclar nuestras almas en las profundidades de Berlín.
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